Certificados y manos

Estamos en un momento oportuno para certificarnos sin remite a una dirección inexistente en el otro lado del mundo, y en ese afortunado extravío comenzar a sentir latir tibia, en la pujante angustia, la esencial necesidad de reencontrarnos.


La tarea la tararean los gurús de las nuevas dietas del alma, como un sencillo acto de recogimiento interior e interior mirada, pero no es así, hoy no estamos en esa afable y cómoda situación. En estos tiempos, el ser se ha fragmentado en miles de pequeñas esquirlas que vuelan como esporas de dientes de león por todos los rumbos del mundo, abocándonos, para localizarlas y traerlas de nuevo a nosotros, a un esfuerzo cósmico. Afán para el que vamos a necesitar todas las manos, las nuestras y las de los demás. 


Solo así será posible, porque ese fragmento de ajena existencia que nuestra mano levanta en occidente tiene su par en el seno de ese ser humano que, en algún lugar de oriente, sostiene en su mano uno de nuestro par, y con el que naturalmente lo hemos de intercambiar.


Así va a ser la nueva reconstrucción del ser, un suceso en el que intervengan todas las manos y conciencias del mundo, empeñadas en una misma empresa: la de reintegrar lo humano al ser humano de mano de la humanidad.


En la labor de no tenernos a mano para así aprender a extender la mano no rige la vacuna, pero sí el certificado, el saber certificarse a cualquier lugar que no seamos nosotros y nuestra hipócrita levedad.

Certificados y manos

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